Francisco Castro Miramontes, el párroco de Sta. María la Real de O Cebreiro, ocupa la silla de Elías Valiña, refundador del Camino, y que en una capilla cubierta de flores y exvotos está aquí sepultado. Este templo prerrománico, erguido entre enormes pallozas celtas, sobrevolando las sierras de Os Ancares y O Caurel, custodia la patena y el cáliz del milagro de la Transubstanciación acontecido a un desconfiado sacerdote del siglo XIV, y que Paco explica con pasión.
Este franciscano nacido en Santiago, donde dirigió el Hogar de Espiritualidad San Francisco de Asís de acogida de peregrinos, como el abad Virila, es un enamorado de las aves de los riscos que habita, y con las que dialoga. Y así lo hace con los peregrinos que lo visitan, conjuntando optimismo y entusiasmo con un respeto a la tradición heredada que se traduce en sentidas misas, y bendiciones en más de 48 idiomas, con las que desea Buen Camino a quienes hasta aquí llegan.
Para los antiguos romanos, superar los montes Aquilinos y entrar en Galicia por la sierra del Caurel cruzando el río Sil, el Miño, o el río Limia por el sur, suponía acercarse a lo desconocido, y al río del Olvido que hacía perder la memoria. Para Valle-Inclán, se encendía La lámpara maravillosa, guía espiritual del Camino, hasta Santiago.
Entre corredoiras y una canopia boscosa pasamos por Pereje, Trabadela, Herrerías y Vega de Valcarce hasta Ruitelán y San Julián. En Vega de Valcarce el peregrino hace un alto para descansar junto a la acogedora Iglesia de Santa María Magdalena y contemplar desde las ruinas del Castillo de Sarracín una vista impresionante del valle. Entramos en la tierra sagrada donde se oye la dolce fala de los juglares recogidas en las cantigas de amigo y del camino del trovador Martín Códax, y en las dedicadas por Alfonso X a Santa María.
Pedrafita, a casi 1.300 metros de altitud, enclavada en la Reserva de la Biosfera de Os Ancares Lucenses, nos recibe entre pallozas celtas y se sitúa a 154 km de Santiago, de modo que muchos peregrinos comienzan aquí su camino, y aún otros lo hacen en Sarria tras pasar, Triacastela y Samos, para hacer los justos 100km que exigen los tiempos modernos para recibir la Compostela en la Oficina del Peregrino en la Catedral de Santiago.
En O Cebreiro, el peregrino se acerca a la prerrománica iglesia de Santa María la Real, antigua sede de la hospedería de San Giraldo de Aurillac, conjunto rehabilitado por Elías Valiña Sampedro, Restaurador del Camino en tiempos modernos, y cuyo sepulcro se aquí se venera. Es famosa por el llamado del Milagro del Santo Grial o Cáliz de la Última Cena, cuando la hostia se transformó en carne y el vino en sangre, mientras la imagen de la Virgen de O Cebreiro, del siglo XII, se arrodillaba para venerar el cuerpo y la sangre de su Hijo, el redentor.
Pasado O Cebreiro el camino se empina para afrontar el alto de San Roque donde un monumento dedicado al peregrino luchando contra el viento, desde 1988, nos anima. Es obra del escultor José María Acuña, autor también del Monumento al Peregrino del Monte do Gozo. Tras el Alto do Poio, de casi 1350 metros, descendemos los montes Oribio y Caldeirón y Meda, hacia Triacastela, pasando por la antigua iglesia de San Estevo de Liñares, Hospital da Condesa, y O Biduedo, con su iglesia de piedra dedicada a san Pedro.
Hasta Sarria, el peregrino puede ir por san Xil, el Alto de Riocabo y Furela. O puede seguir el curso del río Ouribio, por San Cristovo do Real, ejemplo de arquitectura popular, pasar por los molinos de Renche, vía Lastres y Freituje hasta alcanzar la abadía benedictina de Samos o Sámanos, en suevo, lugar de monjes. Fue fundada en el siglo VII, luce hoy dos claustros –inmenso el renacentista- y templo barroco, scriptorium y biblioteca medieval, capilla mozárabe del Ciprés, bajo la advocación de San Salvador, y la fachada que celebra a San Benito y a los patronos del monasterio, San Julián y Santa Basilisa.
Tras subir la loma de Fontao, llegamos a Sarria, siguiendo el curso del río del mismo nombre. Recorremos la Rúa Mayor hacia la Iglesia románica de Santa Mariña, cuyas aguas santas son curativas, y la iglesia románica de San Salvador, situada junto al Convento de la Magdalena, hoy albergue, y cuyo claustro de planta cuadrada merece detenida visita.
Laura y Sofía se conocen desde niñas y actualmente estudian bachillerato en Lugo. Aunque les gusta mucho la ciudad, los fines de semana vuelven con gusto a su aldea dado que ambas comparten un profundo respeto por la vida rural. Ambas recuerdan con cariño a los profesores que en la escuela las llevaron a hacer el Camino