Enrique Valentín González, es un abogado riojano, viticultor aficionado y apasionado hospitalero, histórico cofundador de la Red de Albergues del Camino de Santiago. Nacido al pie del Camino, en Logroño, hoy su lugar favorito del camino en La Rioja es el Alto de San Antón, junto a las ruinas de un monasterio medieval, entre Navarrete y Nájera, desde donde se contemplan las ruinas romanas de Tricio, y el legendario promontorio donde Roldán, paladín y sobrino del emperador Carlomagno, se enfrentó al gigante Ferragut.
Muy cerca, en Ventosa, se halla el Museo “Kilometro de Arte” de escultura al aire libre, iniciativa de Valentín, del Ayto. de Ventosa y de todo el pueblo, con la idea de dotar al Camino de referentes culturales renovados de cohesión social y de identidad, en espacios naturales y ecosistemas sostenibles. Del camino, suele decir Valentín, uno no se jubila, porque el Camino es amistad y compañerismo.
Sale el peregrino de Logroño en un delicioso paseo por la Rúa Vieja, la plaza de Santiago, con la iglesia del apóstol, y pasa bajo el arco de la Puerta del Camino rumbo al Parque de San Miguel y de la Grájera, enclave del Camino de Santiago que resulta ser uno de los parajes más hermosos de la ciudad, donde el peregrino comparte ocio con familias y jóvenes que practican senderismo, ciclismo y otros deportes.
Desde el Alto de la Grajera, ya puede verse Navarrete, la llamada cuna de la alfarería, sobre el Cerro Tedeón, alto mirador que permite contemplar la llamada Dehesa Verde y amplias extensiones de viñedos, y las ruinas del Hospital de San Juan de Acre situadas al este, que nos hablan de tiempos de cruzadas y cuya portada rescatada, flanquea el actual cementerio, junto a la junto a la Ermita de Santa María de Jesús.
Tras recorrer las murallas de Navarrete por esos esos pasajes recoletos que llaman aquí certijos y cocinos nos perdemos por las calles de La Cruz, Mayor Alta, Mayor Baja, Arrabal y San Roque, contemplando nobles casas blasonadas, con detalles jacobeos, como una pequeña estatua de Santiago matamoros, del siglo XIV. En la iglesia de la Asunción, no debe uno dejar de ver un retablo barroco de Fernando de la Peña, en el que destaca una imagen de Santiago Peregrino. En tiempos en esta iglesia se podían ganar jubileos perpetuos y grandes perdonanzas.
El Alto de San Antón, que tiene un particular significado espiritual para los peregrinos, que se comprueba y percibe por las numerosas cruces y enormes hitos de piedra que estos dejan al pasar.
De camino a Huércanos, encontramos el Poyo de Roldán, promontorio donde el célebre caballero derrotó al gigante Ferragut. La saga épica del Cantar de Roldán fue decisiva para de aureolar el Camino de Santiago como vía de peligros, donde los peregrinos se probaban, como guerreros del alma y del cuerpo.
Entra el peregrino en Nájera, para refrescarse en las frías pozas que forma el río Najerilla, bajando de la Sierra de la Demanda. Cruza el puente construido por San Juan de Ortega y lo primero que hace es visitar el Hospital de San Lázaro, de Santiago o de la Cadena.
Luego se dirige al Monasterio de Santa María la Real de Nájera, pues esta villa tuvo reyes propios, para contemplar las tumbas yacentes de reyes, reinas e infantes y la cueva sagrada, y perderse en sus ensoñaciones en el claustro renacentista, meditando, como lo hacían los antiguos monjes del monasterio.
La leyenda dice que el monasterio fue fundado por el rey García Sánchez III, que, estando de caza, acechó a una presa que lo condujo hacia una gruta que guardaba una imagen de la Virgen, junto a un jarrón de azucenas, una campana y una lámpara. Y a esa virgen le dedicó el monasterio, y por el jarrón o grial mariano fue creada la Orden de la Jarra. Tras visitar el Museo Histórico Najerillense, ya es hora de buscar entre mesones un buen caldo local pues ya dice el refrán: “Peregrino, en Nájera, najerino”.
Sara Verdejo es creadora de contenidos y responsable de comunicación del Albergue San Saturnino desde hace dos años. Hace tres, decidió cambiar el ritmo de la ciudad por la calma del pueblo, donde también fundó su propio negocio digital.
Sara ve el albergue como un puente entre el mundo digital y la tradición, mostrando la belleza del Camino de Santiago a través de las redes sociales.
María, la hospitalera del albergue, es conocida por su amabilidad y esa sonrisa que parece decirle a cada peregrino: "Esta es tu casa". Para ella, el cuidado personal y la cercanía son el alma del albergue, haciendo que cada huésped se sienta parte de la familia.
Juntas, Sara y María forman el equilibrio perfecto entre lo digital y lo físico.